Por Diego García
Sin duda la alcaldesa tiene clara su apuesta de ciudad, en ello es impecable. La mandataria de la capital colombiana argumenta con vehemencia y solvencia sus intenciones del nuevo contrato social y ambiental para el siglo XXI, no obstante, su carta de navegación, el proyecto de plan de desarrollo, no plasma a cabalidad sus intereses.
Al hacer la ilación en el propósito ambiental del instrumento, las metas trazadoras del documento no guardan la secuencia lógica y suficiencia estratégica para cambiar nuestros hábitos de vida y reverdecer la ciudad. Lo anterior se menciona a razón de lo expuesto en el proyecto de acuerdo radicado ante el Concejo y lo propuesto con anterioridad al Consejo Territorial de Planeación.
Esta última instancia de participación ciudadana recibía un número mayor de metas ambientales, que fueron reducidas en cantidad y calidad una vez salieron de su objeto de estudio. Uno de los múltiples ejemplos es el arbolado de la ciudad. Se ha hablado hasta la saciedad de la importancia del árbol para reducir los efectos nocivos a la salud por la baja calidad del aire, el mejoramiento del paisaje urbano, la prestación de innumerables servicios ecosistémicos, e incluso, la oportunidad inmejorable para mitigar los efectos de la otrora afectación del cambio climático, ahora denominada crisis climática.
Una de las consignas de campaña de López se amparó en el “arboricidio” de la anterior administración y, por ende, la gran expectativa gravita en el número de árboles que su administración va a plantar. Desde el gobierno de Garzón y Moreno, la meta ha sido ambiciosa, ya que trazaba en 100 mil el número de árboles. Todos en suelo urbano. Aunque la administración y su personal institucional encargado de esta misión (que coincidencialmente es la misma de ese entonces con la de hoy), es conocedora del tema, no establece con claridad sus términos.
Es de recordar que para Petro el arbolado era un asunto programático en función del aumento de los servicios ambientales que estos produjeran. No existía como tal una meta cuantitativa en número de individuos, y en esto coincidía con Peñalosa, toda vez que establecía su meta con respecto al incremento porcentual del anterior plan de desarrollo. Un asunto adicional es recuperado por la administración del exalcalde, y es la jardinería de la capital, estableciendo además 20 mil metros cuadrados de techos verdes.
El quid radica en la propuesta inicial de la mandataria actual y lo entregado ante la máxima autoridad política de la ciudad. Antes de la pandemia, el plan establecía 80 mil árboles en suelo urbano; 30 mil nuevos metros cuadrados de jardinería; y el mantenimiento de 140 mil de los ya existentes. Además, establecía 790 mil vegetales plantados en zona rural.
Es muy importante esclarecer que los fines de arborización urbana y los de conservación son muy distintos en métodos y especies, razón por la cual urge a los concejales revisar exhaustivamente la nueva meta de 755 mil individuos plantados, con la difusa propuesta de adelantarlo en suelo rural, además de retirar las metas estratégicas para jardines y techos verdes.
No es lo mismo plantar un árbol en la ciudad urbana, donde tanto lo requerimos, que sembrar vegetales en las inmensas zonas rurales de Bogotá. Sin flores, sin árboles, no reverdeceremos la ciudad.